El verano termina. Los días se acortan, las temperaturas bajan y el ritmo relajado de las vacaciones da paso al ajetreo de la rutina. Para muchas personas, este cambio de estación viene acompañado de una carga emocional difícil de ignorar. Volvemos a la agenda, a las responsabilidades… y también, muchas veces, a esos problemas personales o emocionales que dejamos “en pausa” durante el verano.

¿Por qué nos cuesta tanto volver a la rutina?
Durante las vacaciones solemos desconectar del trabajo, del estrés, y a veces también de nuestros propios conflictos internos. Sin embargo, cuando el descanso termina, todo aquello que no resolvimos vuelve a hacerse presente: relaciones tensas, insatisfacción laboral, duelos no elaborados, ansiedad, estrés acumulado o metas personales postergadas.
Este “regreso a la realidad” puede despertar sensaciones de tristeza, irritabilidad o desmotivación. Y cuando se combina con los cambios propios del otoño/invierno —menos luz solar, menor actividad social, más tiempo en interiores—, es habitual que nuestro estado de ánimo se vea afectado.
El efecto psicológico del cambio de estación
Los meses fríos pueden traer consigo una disminución de energía, alteraciones en el sueño, dificultades para concentrarse e incluso síntomas depresivos. Esto no es casual: muchas personas experimentan lo que se conoce como trastorno afectivo estacional (TAE), una forma de depresión relacionada con la menor exposición a la luz solar.
Pero más allá de lo biológico, el otoño suele tener un efecto simbólico: es una época de introspección, de balance y, en muchos casos, de confrontación con lo pendiente. Y es aquí donde muchas veces aparece la angustia o la sensación de estar “atascados”.

¿Qué hacer cuando lo emocional pesa más en esta época?
Es importante no minimizar lo que sentimos. A veces, nos exigimos seguir funcionando como si nada pasara, pero el cuerpo y la mente no mienten: cuando algo necesita atención, se manifiesta.
Aquí algunas claves para atravesar este proceso con más conciencia y cuidado:
- Dale espacio a lo que sientes. No ignores tu malestar. Pregúntate: ¿qué me está queriendo decir esta incomodidad?
- Evita caer en la autoexigencia. No necesitas tener todo resuelto en septiembre. Puedes avanzar paso a paso.
- Crea una rutina que te contenga. Establecer hábitos saludables (alimentación, sueño, movimiento, contacto social) ayuda a regular el ánimo.
- Busca momentos de luz. Salir a caminar, estar en contacto con la naturaleza o simplemente abrir las cortinas tiene más impacto del que parece.
- Pide ayuda si lo necesitas. Hablar con un profesional puede marcar la diferencia entre “sobrevivir” el otoño o realmente transformarlo en una etapa de crecimiento.

Este puede ser el momento para trabajar en ti
Si sientes que la vuelta a la rutina está removiendo cosas que venías postergando, no estás sola/o. A veces, el verdadero cambio comienza cuando dejamos de escapar de lo que nos duele y decidimos mirarlo de frente, acompañados.
Como psicóloga, acompaño a personas que, como tú, están atravesando momentos de confusión, sobrecarga emocional o simplemente necesitan un espacio para reencontrarse consigo mismas. Si sientes que este es tu momento, podemos trabajarlo juntas/os.
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Estoy aquí para acompañarte a atravesar este cambio desde la conciencia, la calma y el cuidado personal.

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