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Cómo Identificar Conductas de Riesgo: Prevención de la Pederastia en Entornos Cotidianos

Con la llegada del verano, aumentan las oportunidades de convivencia social: campamentos, fiestas populares, conciertos, piscinas, barbacoas, excursiones y actividades al aire libre. Estos espacios suelen ser muy positivos para niños y adolescentes, pero también es importante reconocer que pueden convertirse en contextos donde personas con intenciones dañinas intenten acercarse a menores.

Hablar de pederastia no es sencillo, pero es una conversación necesaria. La prevención comienza con la información y la observación consciente. Este artículo no pretende generar paranoia, sino fomentar una vigilancia atenta y respetuosa, poniendo siempre por delante el bienestar y la seguridad de los niños/as.

¿Qué es la pederastia?

La pederastia se refiere a la atracción sexual de un adulto hacia menores, y en muchos casos, implica abuso sexual infantil. Los pederastas suelen operar en secreto, ganándose la confianza del entorno antes de actuar. No todos los abusadores presentan un “perfil” claro, pero sí existen patrones de comportamiento que pueden ser motivo de alerta.

Comportamientos a observar

No se trata de señalar a personas inocentes ni de actuar sin fundamentos. La clave está en observar conductas persistentes y fuera de lugar. Aquí algunos indicadores:

1. Excesivo interés por los niños/as

  • Un adulto que constantemente busca estar cerca de menores sin razón clara.
  • Prefiere la compañía de niños a la de otros adultos, incluso en contextos donde no es necesario (por ejemplo, se ofrece repetidamente a cuidar niños ajenos sin vínculo previo, en entornos festivos siempre busca la compañía de un niño/a, o en lugares al aire libre como parques, piscinas…, busca estar en contacto con ellos).

2. Aislamiento o tiempo a solas con menores

  • Intenta crear situaciones donde pueda estar a solas con un niño o niña: juegos “secretos”, paseos, habitaciones cerradas.
  • Propone actividades que no involucran a otros adultos, o insiste en mantenerlas fuera del conocimiento de los padres.

3. Lenguaje o gestos inapropiados

  • Comentarios sobre el cuerpo de los niños o sobre su madurez.
  • Bromas de tono sexual que involucran menores, aunque sean disfrazadas de “humor”.
  • Tocar de forma innecesaria, frecuente o incómoda, incluso si lo presenta como afecto o “cariño”.

4. Regalos y favores sin justificación

  • Ofrece regalos, dulces, dinero, juegos o favores especiales sin que haya una relación lógica o un motivo claro.
  • Usa estos “beneficios” para generar una relación especial o de dependencia con el niño o la niña.

5. Control o manipulación emocional

  • Intenta crear un vínculo exclusivo con el menor, reforzando frases como “tú sí me entiendes” o “esto es solo entre nosotros”.
  • Utiliza el chantaje emocional o el secreto como herramientas de control.

¿Dónde poner especial atención durante el verano?

  • Campamentos y actividades organizadas: Verifica siempre que las instituciones tengan protocolos de seguridad claros, monitores formados que cumplan con la ley para trabajar con menores y políticas de supervisión transparente.
  • Entornos familiares y sociales: A veces el riesgo proviene de alguien cercano. Confía en tu intuición si notas algo extraño en cómo un adulto interactúa con un menor.
  • Redes sociales y juegos online: Aunque no es exclusivo del verano, los menores suelen pasar más tiempo conectados. Supervisa con quién se comunican y qué tipo de contenido consumen.

¿Qué hacer si sospechas?

  1. Escucha a los niños: Si un/a menor expresa incomodidad, miedo o confusión respecto a un adulto, no lo minimices. Escúchalo con atención, sin interrogarlo ni juzgarlo.
  2. Observa y documenta: Toma nota de comportamientos que te parezcan inusuales. La acumulación de señales puede ser clave para entender si hay un riesgo real.
  3. Habla con otros adultos: Si no estás seguro, conversa con otros padres, familiares o responsables. Tal vez otros hayan notado actitudes similares.
  4. Acude a profesionales: Ante sospechas fundadas, contacta con servicios sociales, psicólogos infantiles o autoridades competentes.

Educar para proteger

Una de las herramientas más poderosas que podemos dar a nuestros hijos es la capacidad de decir NO. Esto no solo implica enseñarles a identificar situaciones incómodas o inapropiadas, sino también reforzar su autonomía, autoestima y confianza en su propio criterio.

Sin embargo, decir “no” no es fácil para un menor, especialmente cuando el agresor es una figura de autoridad o alguien querido por la familia. Por eso es fundamental que desde pequeños aprendan que:

  • Su cuerpo les pertenece.
  • Tienen derecho a poner límites.
  • No deben guardar secretos que los hagan sentir incómodos.
  • Pueden hablar con mamá, papá o un adulto de confianza sin miedo a ser regañados ni juzgados.

La importancia de crear un clima de confianza familiar

Los niños que sienten que serán escuchados y apoyados son mucho más propensos a comunicar situaciones de abuso o malestar. Esto se construye desde lo cotidiano:

  • Escucha activa: presta atención cuando tu hijo o hija te habla, aunque parezca un tema menor.
  • Valida sus emociones: no minimices ni ridiculices sus miedos o inquietudes.
  • Aborda temas difíciles con naturalidad: hablar de consentimiento, privacidad y límites personales no debe ser un tabú.

La prevención también requiere que como adultos sepamos reconocer nuestras propias limitaciones. A veces, un niño necesita hablar con alguien fuera del círculo familiar para poder expresar lo que siente.

¿Por qué acudir a un psicólogo/a infantil?

Un psicólogo o psicóloga infantil puede ayudar de muchas formas:

  • Crear un espacio seguro y neutral para que el menor se exprese sin presiones.
  • Detectar señales de abuso emocional, físico o sexual.
  • Dar herramientas al menor para procesar lo que ha vivido y recuperar su seguridad.
  • Orientar a los padres sobre cómo actuar ante una sospecha o confirmación de abuso.

No hace falta esperar a que haya una situación grave para acudir a un especialista. La prevención también pasa por fortalecer emocionalmente a nuestros hijos.

¿Y si hay sospechas de abuso?

Si un menor te cuenta algo que te hace sospechar de abuso, o si notas señales físicas, emocionales o conductuales preocupantes, es fundamental actuar con responsabilidad y celeridad:

  1. Mantén la calma: no lo cuestiones, ni muestres incredulidad ni angustia.
  2. Acompáñalo: hazle saber que no tiene la culpa de nada y que está bien haberlo contado.
  3. Busca apoyo profesional: acude a un psicólogo/a infantil y, si es necesario, a los servicios sociales.
  4. Contacta con las autoridades: si hay sospechas fundadas de abuso, es tu deber legal y moral denunciar. La protección del menor siempre está por encima de cualquier relación personal o familiar.

En resumen

En verano, al igual que en cualquier época del año, la seguridad de los niños es una responsabilidad compartida. No se trata de vivir con miedo, sino de estar atentos y actuar con sensatez. La vigilancia activa, el diálogo abierto y la formación continua son nuestras mejores defensas ante quienes puedan representar un riesgo.

Protejamos juntos lo más valioso: su infancia.

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